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Las partículas que mueven el mundo

Eva Rexach

14 marzo 2019

En esta edición de Kosmopolis 19 hablaremos de física cuántica y de todas les implicaciones culturales, políticas y éticas que esta ciencia comporta. Para irnos preparando, os proponemos un hilo histórico desde el nacimiento de la mecánica cuántica hasta la presencia de esta en diferentes ámbitos de nuestra vida cuotidiana. Y un recordatorio de todas las actividades donde podréis disfrutar de El relato cuántico.

Silueta en el Gran Colisionador de Hadrones | CC BY-ND Har Gobind Singh Khalsa Seguir

Silueta en el Gran Colisionador de Hadrones | CC BY-ND Har Gobind Singh Khalsa Seguir

El esqueleto de un edificio con una cúpula sin cristal es todo lo que queda de la Hiroshima destruida por la bomba atómica. Te paseas por los caminos que rodean el A-Dome, miras a través de sus ventanas vacías, los agujeros en las paredes, y en el otro lado no hay nada: solo el cielo azul y el vacío. Más allá del espacio memorial, los rascacielos forman hoy una ciudad moderna, no muy diferente del resto de ciudades japonesas. Pero allí queda el testimonio y las grullas de papel recuerdan cada año lo que la humanidad sufrió el 6 de agosto de 1945.

La bomba atómica, que puso fin a una guerra y empezó otra, no habría sido posible sin la mecánica cuántica. Y la mecánica cuántica fue un antes y un después en el mundo de la física, porque permitió ver lo que nunca antes se había visto: la partícula fundamental de que está hecha la materia.

En rigor, la era cuántica había comenzado en 1900, cuando el físico y matemático alemán Max Planck formuló la primera teoría cuántica, según la cual algunas magnitudes, como la energía, no pueden estar basadas en valores arbitrarios, sino en unidades denominadas «cuantos». Incluso la luz, que parece un haz continuo, está formada por estos cuantos, partículas fundamentales llamadas «fotones». Este descubrimiento fue un antes y un después en el mundo de la física, pero fue el estallido de la bomba atómica Little Boy en Hiroshima y de la Fat Man en Nagasaki, tres días después, el 9 de agosto de 1945, lo que puso sobre la mesa hasta dónde podían llegar los avances científicos, hasta dónde llegaba el poder de una partícula minúscula.

Las dos bombas atómicas se desarrollaron en un proyecto de investigación liderado por los Estados Unidos con la complicidad y ayuda del Reino Unido y Canadá. El proyecto Manhattan, que se mantuvo activo entre 1939 y 1946, tenía como líder al físico nuclear Robert Oppenheimer, y entre los expertos que colaboraban en él estaba el físico danés Niels Bohr, que, en 1913, había expuesto la idea de que el átomo es como un sistema solar con un núcleo en el centro y una nube de electrones a su alrededor. En 1941, Bohr recibió en Copenhague la visita de Werner Heisenberg, antiguo alumno suyo y entonces a cargo de un proyecto para desarrollar la bomba atómica para Hitler. Poniendo en riesgo su vida, Heisenberg explicó a Bohr el proyecto alemán con el objetivo de intentar detenerlo. Heisenberg y otros miembros de su equipo fueron entonces retenidos bajo la operación Alsos, un acto de contraespionaje para impedir la fabricación de la bomba por parte de los nazis. Y Hitler no tuvo nunca su arma nuclear.

La mecánica cuántica y los proyectos secretos para fabricar bombas atómicas constituirán uno de los temas de la próxima edición de Kosmopolis. K19 intentará explicar, desde la literatura y la ciencia, cómo la física cuántica influye en nuestra concepción de la realidad.

En K19 asistiremos a una lectura dramatizada de Copenhaguen, una obra de teatro de Michael Frayn, escrita y estrenada en 1998, que narra el encuentro entre Bohr y Heisenberg que posiblemente cambió el curso de la historia. Y también veremos That’s the story!, un documental de José Ignacio Latorre, catedrático de física teórica de la UB y Maite Soto, profesora de comunicación audiovisual y publicidad de la UAB, que cuenta la historia del proyecto Manhattan con el testimonio del único participante vivo, el físico Roy J. Glauber e imágenes inéditas, desclasificadas poco antes de 2015. La proyección de este documental y la lectura teatral serán dos de los momentos de las Noches Alfa.

Werner Heisenberg y Niels Bohr, 1934 | Wikipedia | Dominio público

Werner Heisenberg y Niels Bohr, 1934 | Wikipedia | Dominio público

Un nuevo comienzo

De esta historia sabe mucho el divulgador científico Philip Ball, autor del ensayo Al servicio del Reich. La física en tiempos de Hitler y de Cuántica: qué significa la teoría de la ciencia más extraña. Ball dialogará con José Ignacio Latorre sobre esta carrera por el arma nuclear, pero también hablará de la que puede ser la próxima revolución tecnológica: el ordenador cuántico. Si el descubrimiento de la fisión nuclear fue un antes y un después en el equilibrio mundial, el desarrollo de la llamada biomimética cuántica puede significar otro punto y aparte: el pasado mes de octubre, un ordenador cuántico fue capaz de crear un sistema que puede aprender, memorizar, interactuar y copiarse a sí mismo, mutar y morir. Es decir, de manera virtual se han podido crear los fundamentos de la vida artificial. ¿Hasta dónde nos llevará este descubrimiento? ¿Será el inicio de una nueva era cuántica?

Para redondear esta programación científica contaremos también con la presencia de Lisa Randall, experta en física de partículas y cosmología y una de las divulgadoras más destacadas del momento. Y será un acto de justicia que sea ella, una mujer científica, uno de los referentes en física cuántica de la décima edición de Kosmopolis, porque en tiempo de Planck, Bohr, Heisenberg y Glauber, esta ciencia era cosa de hombres.

Pero Kosmopolis es un festival de literatura amplificada, así que, además de la vertiente más científica, también habrá lugar para la narrativa y las series de la mano de viejos conocidos de la fiesta: Sònia Fernández Vidal, que ya participó en K13, y Víctor Sala, uno de los componentes de Serielizados, que nos acompañaron en K15 y K17. Ellos dos, junto con el filósofo y crítico Joan Burdeus, debatirán sobre series y física cuántica, sobre la fascinación de los guionistas por la física y explicarán por qué, por ejemplo, el alter ego de Walter White se llama, precisamente, Heisenberg.

Ciencia y literatura se encuentran de nuevo en Kosmopolis para seguir defendiendo la idea de una tercera cultura, donde estas dos disciplinas no sean antagonistas, sino protagonistas de la misma historia.

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