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Libros y lugares para un verano literario

Kosmopolis

23 julio 2019

Ciudades eternas, el centro del mundo, un lago misterioso, el Planeta Rojo, el País de las Maravillas o el más cercano de los lugares disponibles… ¿Qué libro te llevarías si tuvieras que elegir? Este es el juego que propusimos al equipo CCCB. Y estos son los resultados, las sugerencias para un verano literario. ¡Larga vida a las neuronas lectoras!

Qué libro me llevaría a…

 

Roma

Cambiar de idea, de Aixa de la Cruz (Caballo de Troya, 2019), es un libro sincero que busca un lugar cómodo en la incomodidad. Desde allí, y con treinta años, la autora contempla su vida y revisa, con ironía y autocrítica, todo lo que su cuerpo y sus ojos han visto, soportado y automatizado. El libro es un relato de autoficción, atravesado por el feminismo y el machismo, en el que las experiencias en ciudades como México DF, Granada y Bilbao funcionan como detonadores de un nuevo estadio vital. Lo recomiendo porque el zarandeo después de leerlo da sentido a su título. Me lo llevaría a Roma porque el caos de la ciudad casa con distintos estadios del libro.

Cristina Fort, asesora de redes sociales

Marte

Si dentro de unos años nos reencontramos paseando por uno de los asentamientos del Planeta Rojo, sin duda me encontraréis leyendo Conversazione in Sicilia, de Elio Vittorini (Conversación en Sicilia, Gadir, 2004). Siempre he pensado que el viaje –y más a lugares insospechados– es sobre todo un camino interior. En la Italia de 1940, el protagonista de la novela, Silvestro, se va de Milán para ir a encontrarse con su madre en Sicilia. El viaje que nos presenta Vittorini está repleto de encuentros con personajes oníricos –«Il mondo è grande ed è bello, ma è molto offeso», dice uno de ellos– y se convierte en una alegoría no solo para descifrar el regreso a los orígenes, sino también para retratar la Italia del momento esquivando la censura mussoliniana. En definitiva, un libro entre el sueño y la historia, la ruina y la modernidad, el avanzar para volver, y la Tierra y Marte.

Raquel Morcillo, coordinadora del III Premio Internacional a la Innovación Cultural

Seúl

A Seúl me llevaría la última adquisición que he hecho en Laie: Dinero, del sevillano Miguel Brieva (Literatura Random House, 2008). Se trata de una recopilación de las cinco publicaciones de la revista del mismo nombre; aunque la última salió en 2005, ¡son muy actuales! Me parece que es un volumen idóneo para unas vacaciones en un destino frenético: lecturas rápidas y contundentes. Y por qué no en Seúl, una ciudad que late al ritmo del progreso, donde la pleitesía al poder económico se rinde con alegría, y que encaja perfectamente con el leitmotiv de esta lectura: «Venda su alma al capital».

Marina Doña, atención al público

El País de las Maravillas

¡Qué difícil encontrar la correspondencia entre un sitio y un libro! Además, ¿qué hacer con tanto libro y tanto sitio? De hecho, Qué hacer, de Katchadjian (Bajo la Luna, 2013), sería útil por lo que tiene de arbitrario, pero, ay, hasta septiembre nada. Otro intento: ¿LTI. La lengua del Tercer Reich, de Victor Klemperer (Minúscula, 2001), para discutir con Humpty Dumpty? ¿Carl Van Vechten y su historia cultural del gato para entender al gato de Cheshire (El tigre en casa, Sigilo, 2018)? ¿Celebramos el no-cumpleaños con Para volverse loco, de A. K. Benjamin (Turner, 2019), a mano? ¿Esto haría inteligible el País de las Maravillas? ¿De eso se trata? Visto así: Diez novelas, de César Aira (Literatura Random House, 2019), para aprehender que la literatura sigue ligada al asalto del sentido, así como el imaginario tiene algo de férreo verosímil.

Carlos Acevedo, librero en Laie CCCB

Times Square

El fruto prohibido, de Liv Strömquist (Reservoir Books, 2018), es un cómic sobre la vulva y la sexualidad femenina. Strömquist elabora un ensayo en clave de humor en el que analiza cómo la cultura occidental, desde la religión y la ciencia, ha ejercido poder sobre el cuerpo de la mujer. El humor impregna todas las páginas, lo que no impide a la autora emplear argumentos sustentados en bibliografía especializada y que aparecen como notas a pie de página.

Lo llevaría a Times Square y desearía que apareciese en una de esas pantallas gigantes para que su contenido llegase a cuantas más personas mejor. Porque precisamente ese es el objetivo de este libro, visibilizar algo que, a pesar de estar frente a nuestros ojos, se ha mantenido oculto a lo largo de cientos de años.

Susana García, unidad de registro y conservación

Blanes

Me llevaría Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà (Anagrama 2019). Lo leería tomando una cerveza en Els Terrassans o el Rafel, o sentada en una de las pocas rocas que quedan en la Punta de Santa Anna, lugares que para mí son importantes por muchos motivos. Porque Canto yo… también ha sido importante para mí: me lo llevaría a cualquier parte, porque es de esos libros que hacen compañía y te gusta llevar en el bolso cuando (parece que) ya los has terminado. Está escrito con alegría de escribir y se lee con alegría de leer, y me hizo llorar sin pena. En este libro todo está vivo. Es exuberante y sencillo, como un pop-up. Yo diría que lleva el aliento de Bolaño y que resuena como la voz de Maria Arnal. Pero os diré que lo leáis porque es precioso.

Eva Alonso, CCCB Lab

Samarcanda

Sin duda me llevaría la obra The Silk Roads: A New History of the World, de Peter Frankopan (El corazón del mundo: una nueva historia universal, Crítica, 2018). Este libro es una aproximación a la historia diferente de la que estamos acostumbrados. Lejos del eurocentrismo que rezuma de los relatos producidos en Europa, nos da una visión mucho más global e interdependiente de lo ocurrido en Oriente y Occidente a lo largo de la historia. El lugar perfecto para leerlo sería un patio interior de la madrasa Shir-Dor, en la maravillosa ciudad de Samarcanda. Un lugar mítico que, simplemente con su nombre, nos transporta a un Oriente exótico y misterioso, que nos hace soñar con Las mil y una noches y con los perfumes que nos envuelven en sus mercados de especias.

Matty Betoret, atención al público

Las Vegas

La trilogía de Rachel Cusk (A contraluz, Tránsito y Prestigio, Libros del Asteroide, 2016 y 2017) y L’ordre du jour (El orden del día, Tusquets, 2018), de Éric Vuillard, son los libros que he metido en la maleta grande, la que facturo. Creo que la precisión, sensatez y originalidad de estos libros me reconfortará mientras esté en Las Vegas.

Herido leve, de Eloy Tizón (Páginas de Espuma, 2019), es, en cambio, el libro que llevo en mi bolsa de mano. Será mi amparo en la ciudad del dinero, dinero y dinero, pues (casi) toda la literatura está en sus páginas: de Onetti a Beckett; de Woolf a Brontë y Mishima. A una ciudad donde el instante es lo que importa, me parece buena idea llevarme este libro de memorias (lectoras) o recuerdos. Recuerdos del autor, por supuesto; pero también los que me asaltan a mí: «¿Por qué abandoné aquel libro de Lispector?», «¡Sigo adorando a Sciascia y Dinesen!», etc.

Dicho todo esto: admito que tal vez exagero un poco con mis prevenciones, pues en una ciudad donde se celebra The Believer Festival seguro que encuentro un espacio en el que no sentirme fuera de lugar.

Susana Fernández, responsable de publicidad

El lago Leman

Agota Kristof es conocida por ser la autora de la novela Claus y Lucas  (Libros del Asteroide, 2019). Si no lo habéis leído, ya podéis correr hacia la biblioteca o la librería que tengáis más a mano y sumergiros en su lectura. Es una obra imprescindible de la literatura universal.

Pero yo os quiero recomendar otra obra de Kristof: La analfabeta  (Alpha Decay, 2015). Es un relato breve autobiográfico que se inicia en la infancia de la escritora y con su relación con los libros y la literatura, y termina en la ciudad suiza de Lausana, a orillas del lago Leman, donde se exilió durante la Segunda Guerra Mundial con su hija recién nacida. En Suiza, Kristof tuvo que recomenzar su vida y aprender una nueva lengua, el francés. De ahí el título, y sobre el libro no os quiero adelantar nada más. Si un día vuelvo al lago Leman, me llevaré La analfabeta de Agota Kristof. ¡Qué contraste entre la maravilla del paisaje y la crudeza del relato! La buena literatura está llena de paradojas.

Mònica Muñoz, jefa de prensa y redes sociales

La Atlántida

Mi recomendación es Mi vida en Atlántida (Maeva, 2004), de Walter Moers, la tercera y última entrega de la saga Las 13 vidas y media del Capitán Osoazul, ambientada en Zamonia. Desde una Atlántida que recuerda un Nueva York mítico y lleno de criaturas rocambolescas, seguimos las curiosas aventuras de este «Oso Azul» hasta su final –condicionadamente, ya que solo nos hace partícipes de su media última vida– feliz. Y quisiera avisar de algo: aunque se haya etiquetado como «lectura juvenil», que esta denominación no os engañe. Moers es un autor altamente imaginativo y crítico, lleno de referencias de alta cultura –y de baja, en su caso: los chistes malos también están muy presentes–, traducido maravillosamente por Miguel Sáenz y editado muy bellamente y con varias ilustraciones del autor.

Marta Duran, becaria en el CCCB Lab

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