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Música y literatura para trascender las fronteras de Europa

Eva Rexach (Equipo K)

10 febrero 2015

La Unión Europea tiene 24 idiomas oficiales. Si sumamos los dialectos, las lenguas regionales, el latín, el esperanto y las propias de comunidades de determinadas etnias, como el romaní, el número aumenta considerablemente. Europa, pues, es una y es muchas: su enorme riqueza cultural se debe en gran parte a esta mezcla de lenguas, de tradiciones orales y escritas, pero también de músicas, que es tal vez el idioma más universal de todos. Las actividades de Traducir Europa reflejan esta realidad.

Vinicio Capossela traduce Europa a través de la música. En concreto, del rebético, un género que ejemplifica muy bien la propia historia del continente, una historia de migraciones, de pueblos que se fusionan, de lenguas que se transforman y de palabras que se comparten.

Rembetes Karaiskaki

Rebetes con buzukis en El Pireo, 1933.

El rebético tiene sus orígenes en la costa meridional de Asia Menor, en territorios fronterizos entre Oriente y Occidente, en puertos como el de Salónica, en Grecia, y Esmirna, en Turquía. Sus letras se inspiran en los bajos fondos, en el desamor y la melancolía. El rebético es como el tango, pero con buzuki en vez de bandoneón, y no se canta en lunfardo, sino en un idioma que es mezcla de turco, griego y árabe y cuyo origen se puede remontar nada menos que al koiné que hablaba Alejandro Magno.

Marineros, comerciantes y pueblo común hablaban rebético. Y le cantaban a una vida dura y de lucha. «Es una música individualista para rebeldes sin revolución», dice Capossela, aunque esto no es del todo cierto: sí hubo una revolución, la de 1922, en la que Grecia perdió la guerra contra Turquía. La música y el rebético fue de lo poco que pudieron llevarse.

Vinicio Capossela viajó a la Grecia de la crisis. Recorrió pueblos y habló con su gente. Se empapó de sus historias, de sus canciones y de su cultura. Y de su experiencia salió un disco, Rebetiko Gymnastas, que sirve de banda sonora para Tefteri, el libro de viaje que acaba de editar Minúscula. Tefteri: una palabra que, en griego, sirve para describir los cuadernos de cuentas de los pequeños negocios. Y que en manos de Capossela se convierte en El libro de las cuentas pendientes.

Capossela nació en Hannover, pero su familia es italiana. Valeria Bergalli, editora de Minúscula, nació en Buenos Aires de padre argentino y madre italiana, pero pasó su adolescencia en Berlín. Ambos estarán en Kosmopolis 2015 para hablar del lenguaje emocional y musical de las tabernas de Atenas, Salónica y Creta. Para hablar de Europa y de cómo contarla mediante las melodías y las palabras.

Beirut-Split-Berlín

Hoda Barakat es originaria de Beirut, pero ha vivido la mayor parte de su vida en París. Y Alida Bremer es de Split, pero su profesión la mantiene muy vinculada a Alemania. Ambas escritoras también hablarán de Europa; en este caso, a través de otras historias perdidas: las de los autores cuyas obras son desconocidas o han sido poco traducidas. Hablarán de la lista Finnegan.

Societat Europea d'Autors

Logotipo de la Sociedad Europea de Autores

La lista Finnegan es, en realidad, un proyecto de la Sociedad Europea de Autores que sintetiza una cita de Umberto Eco, la verdadera lengua de Europa es la traducción, pues consiste en elaborar una lista de obras literarias, olvidadas o insuficientemente traducidas, a partir de las recomendaciones de un jurado de escritores europeos que cambia cada año. Bremer forma parte del jurado de 2015, y Barakat lo hizo en 2012. Jordi Puntí, uno de los escritores catalanes más traducidos y miembro del jurado de este año, también participará en este debate.

Desde 2013, la lista une sus fuerzas con el proyecto Schwob, que tiene por objetivo dar a conocer clásicos modernos de literaturas en lenguas minoritarias. De Schwob hablamos en junio de 2014 en una mesa redonda llamada, precisamente, Clásicos desconocidos, en la que también contamos con Minúscula, así como con otras editoriales independientes europeas. Schwob, ya lo han adivinado, es un homenaje a Marcel Schwob, creador de esas Vidas imaginarias que narraban las extraordinarias (y ficticias) vidas de Eróstrato, Lucrecio y Paolo Ucello, entre otros. Schwob, por cierto, también era políglota y hablaba sánscrito.

Pero estábamos en Alemania, el lugar en el que confluyen Capossela, Bergalli y Bremer. Y el alemán es la lengua que han elegido Marjana Gaponenko (Odessa) y Abbas Khider (Bagdad). Los dos han ganado el premio Adelbert von Chamisso, un galardón que desde 1985 otorga la fundación Robert Bosch para promover la obra de autores de origen extranjero que escriben en lengua germánica. Tampoco Chamisso, por cierto, hablaba una sola lengua: de origen francés, su familia tuvo que huir con el estallido de la Revolución. ¿Y saben adónde? Pues a Alemania.

Marjana Gaponenko y Abbas Khider participarán también en Kosmopolis 2015, en una mesa redonda organizada por el Goethe Institut sobre la experiencia de escribir en el idioma de su país de acogida. Ucrania está a más de 1.700 kilómetros de Alemania; Iraq, a más de 4.400, y España, a unos nada despreciables 2.300 kilómetros: distancias muy largas que, sin embargo, estos tres escritores han acortado por medio de un nexo común: la lengua alemana.

Por cierto: en 1983, Costas Ferris dirigió una película llamada Rembétiko, que tuvo un enorme éxito y puso de moda esta música durante un breve período de tiempo. Ese mismo año ganó un premio: el Oso de Oro. ¿Y saben quién otorga este premio? El Festival de Cine de Berlín.

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