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Siete perlas para descubrir en K19

Eva Rexach

06 marzo 2019

Os proponemos un breve viaje hacia el futuro y así adelantarnos a todo lo que sucederá en el inminente Kosmopolis 2019. Una selección de los que serán algunos de los grandes momentos de la próxima edición, que pasa per todo tipo de eventos: charlas, proyecciones, conciertos, performances, teatro… Nosotros empezamos dándoos una muestra de lo que será. El resto, es todo vuestro para descubrir.

Recuerdo ese día como si fuera hoy. La voz de Ursula K. Le Guin se oía nítida en el teatro del CCCB. Ella iba contando de dónde salían sus historias, nos hablaba de sus mundos fantásticos, de sus seres alienados, mientras Michael Chabon, Neil Gaiman y Margaret Atwood rememoraban los pasajes de sus libros que más les habían marcado. La proyección de Los mundos de Ursula K. Le Guin, el precioso documental de Arwen Curry, fue uno de los momentos más intensos de K19. Ian Watson, que conoció personalmente a la autora, fue quien hizo los honores, recordando lo adelantada que K. Le Guin estuvo a su tiempo. No solamente porque sus historias hablaran del futuro, sino porque su propia filosofía, su feminismo, su crítica a los totalitarismos fueron una revolución.

Salí impresionada de la proyección, sobre todo por la manera como se conectaba con la charla de aquella misma mañana. Había podido asistir a el coloquio de Nick Srnicek y Helen Hester. Hester es una representante del colectivo Laboria Cuboniks, autoras del Manifiesto Xenofeminista. Ah, qué oportuno oír hablar de un feminismo racionalista, que abraza la tecnología, antinaturalista y abolicionista de género, después de haber oído a Ursula K. Le Guin. ¡Cuántas cosas compartían las transfeministas de 2015, fecha en que publicaron el manifiesto, con los protagonistas de sus historias fantásticas! «El xenofeminismo abole el género», decía el manifiesto. «“Abolir el género” es una manera de enunciar la ambición de construir una sociedad donde las características ensambladas actualmente bajo la rúbrica del género ya no construyan una red para la asimétrica operación del poder». En cierta manera, lo que ocurría con los seres que habitaban la novela La mano izquierda de la oscuridad, que adquirían sexo masculino o femenino y podían comportarse como hombres o mujeres indistintamente. Y este abolir el género irá más allá hasta revolucionar el concepto de trabajo, tal y como Hester se dedicó a desgranar con Nick Srnicek y sus reflexiones propias del marxismo contemporáneo.

Los robots que dialogaban con los usuarios del Tinderbot de Libby Heaney también podían haber sido hombre o mujer indistintamente. Lo descubrí en el Laboratorio de Historias, donde pude ver este experimento que mezclaba literatura y tecnología. Libby Heaney, física cuántica y artista, escaneó El amante de Lady Chatterley y construyó un bot que respondía a los usuarios de Tinder con frases de Constance Chatterley. Teniendo en cuenta que, cuando se publicó el libro de D.H. Lawrence, en 1928, Constance ya era una mujer moderna, no me extrañó que los hombres que intentaban mantener una conversación con ese robot no entendieran nada. Algunos lo pillaron y contraatacaron con otras frases de Oliver Mellors, el amante, o de Clifford, el marido tullido, pero no me quedó claro si sabían que hablaban con un robot. Tal vez esa era también la gracia del experimento…

Recuerdo que después de esta experiencia quise adentrarme en el mundo de Kubrick. O, mejor dicho, en el mundo de El resplandor. Acababa de leer la novela de Stephen King y era un buen momento para revisitar la película de la mano de quien más profundamente la había analizado. Simon Roy se obsesionó con el film cuando lo vio por primera vez con seis años, porque le despertó unos fantasmas que habían marcado tres generaciones de su familia. Por eso escribió Mi vida en rojo Kubrick, para, en cierto modo, «psicoanalizarse». Su ensayo sobre la violencia, la naturaleza del mal y la locura es un ejemplo del poder del arte para entenderse a uno mismo y tratar de explicarse. Roy, además, participó por partida doble en K19: por un lado, habló sobre su obsesión por El resplandor; por el otro, dialogó con Rodrigo Fresán y Laura Fernández sobre la filmografía de Kubrick, su genialidad y los relatos que lo inspiraron. Una charla amena a medio camino entre el cine y la literatura. Justo lo que necesitaba.

Recuerdo que asistí también a dos espectáculos de lo más curiosos, dos de esos momentos que solamente se suceden una vez. El sábado por la noche, Blixa Bargeld llevó a cabo una intensa actuación, a medio camino entre la performance, la lectura poética y el concierto. Fundador del grupo de rock industrial y dadaísta Einstürzende Neubauten, cuya música se tocaba con instrumentos fabricados por ellos mismos, Bargeld aprovechó su paso por Barcelona para presentar su libro Europa, una letanía y deleitarnos con su Solo vocal performance.

Un par de noches antes, pude ver un espectáculo que mezclaba el teatro con la lectura experimental. En 2011, Lluís Marco, Rosa Renom y Pere Arquillué interpretaron Copenhaguen, una obra de Michael Frayn que relataba el encuentro entre Niels Bohr y Werner Heisenberg, durante el cual se detuvo la fabricación de la bomba atómica por parte del régimen nazi. En K19 los mismos actores recitaron fragmentos de la obra al mismo tiempo que se proyectaban imágenes del espectáculo original, en un curioso juego de espejos entre el pasado representado y el presente recitado.

Y el colofón llegó en forma de neoflamenco. El de María José Llergo, con una carrera que justo empezaba a despuntar, estaba llamada a ser otra estrella de la nueva canción mediterránea. Su concierto culminó con una magia especial la décima edición de Kosmopolis y fue un anticipo de lo que dos meses más tarde sucedería en el Primavera Sound.

Vi más cosas en K19: escuché diálogos literarios, probé juegos de realidad virtual, asistí a una sesión de Poetry Slam, vi películas y series… Pero estas fueron las siete perlas de K19, las sesiones que, tiempo después, recuerdo con más orgullo. Porque ahora puedo decir: yo estuve allí, yo lo vi en K19 antes de que la gente hablara de ello.

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