Entrevista

Este mundo nunca fue el mundo de Sebald. Conversación entre Bruno Galindo y Iain Sinclair.

06 .04 .2015 - Bruno Galindo & Iain Sinclair

Nacido en Gales en 1943, un año antes que Sebald, Iain Sinclair ha escrito una serie de libros que se adentran en los territorios y las temáticas que hoy son considerados la base del proyecto sebaldiano. Años antes de que el autor de Austerlitz alcanzara su cota más popular, Sinclair ya dotaba a algunos de sus mejores libros del alcance enciclopédico, la preocupación por recuperar la historia olvidada y la estética del vagabundeo por  la ciudad. En la pequeña conversación que aquí presentamos, el escritor y periodista Bruno Galindo se abre paso por la obra de Sinclair para rastrear las huellas de W.G. Sebald en una de las propuestas más interesantes que ha dado la prosa escrita en inglés de las últimas décadas.

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Iain Sinclair (Re-foto) / SEBALDIANA [cc]

Bruno Galindo: Permíteme arrancar la conversación preguntándote por lo inevitable: tus primeras lecturas sebaldianas y tu descubrimiento de Austerlitz. ¿Cuando, dónde, cómo fue?

Iain Sinclair: Oí hablar de Los emigrados poco después de su publicación en Inglaterra, en 1992. Lo leí y me gustaron particularmente las partes situadas en el este de Londres. Aportaban una visión fresca de un territorio con el que yo estaba familiarizado y sobre el cual había intentado escribir desde hacía muchos años. Aparentemente Sebald había vagado por las mismas calles; las había recorrido silenciosa y misteriosamente, como un fantasma; habíamos viajado en paralelo, adentrándonos en ocasiones en las mismas sombras. En mayo del 2000, un poeta y comisario llamado Ian Hunt publicó un ensayo titulado Intoxicating Flashbacks, parte de una colección de Camberwell Press que se llamó Lost Horizons. Su investigación relacionaba mi novela White Chappell, Scarlet Tracings con Los anillos de Saturno de Sebald. “Ambos escriben más allá del paisaje”, decía Hunt. “Por encima del lugar, con grados de intensidad más allá de cualquier noción atrezzista, sus libros han expandido desde dentro, de modo sutil pero significativo, el ámbito de la ficción”. Por aquellos días cambié de editorial, de Granta a Hamish Hamilton. Mi nuevo editor, Simon Prosser, era un entusiasta de Sebald. E iba a convertirse en editor suyo también. Él me pasó un manuscrito autografiado de Austerlitz. Este se convirtió en el libro de Sebald con el que me sentí más identificado, tanto por la parte galesa como —de un modo más vívido— por los trazos fugitivos de Whitechapel al Bow. Más adelante rubriqué ese interés escribiendo un capítulo para un libro llamado American Smoke, en el cual caminé con un amigo de Sebald, Stephen Watts. Ese capítulo fue extraído de la obra, y publicado como una sola pieza por Test Centre.

B.G.: Has explicado tu interés por Sebald a través de la identificación del autor con el caminante. ¿Sigue intacto ese interés? ¿Hay, quizá, otros aspectos más ocultos del personaje que te cautiven?

I.S.: Cuanto más leo, cuanto más anécdotas escucho de sus amigos y allegados, más me intriga Sebald. Parecería haber un puzzle ahí, como en cualquiera que escriba de un modo tan meticuloso y con un estilo tan encriptado, ofreciendo y escatimando al mismo tiempo. ¿Hasta qué punto era el hombre su estilo? Leyéndole me sentí regresar, en intervalos regulares, a mis propias revisiones de la Historia. El trabajo está inacabado.

B.G.: Hace tiempo leí en The Guardian que tuviste un único contacto físico con Sebald… en un ascensor. Me pregunto cómo recuerdas ese, mmm, viaje.

I.S.: Salía de hacer un programa de radio en la BBC, en Portland Place, y de repente me encontré compartiendo el ascensor con Sebald y su publicista. Estaba, con visible renuencia, promocionando Austerlitz. Leí esa misma mañana que él pretendía celebrar una única entrevista o conversación. En ese momento el publicista le explicaba toda su agenda. Le arrastraba de entrevista en entrevista. Eso probablemente explica porqué cuando me crucé con él me pareció la presencia más melancólica con la que haya topado en mi vida. Quizás fue el bigote…

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London Orbital (recorte) / SEBALDIANA [cc]

B.G.: Has seguido las huellas de Sebald en tierras británicas y has descrito la experiencia; primero en American Smoke: Journeys to the End of the Light; luego en un libro corto. Para quienes no conozcan este ultimo, ¿podrías describirlo un poco, o quizá revisar las partes más interesantes de la experiencia?
I.S.: American Smoke es un libro de memorias, una expedición a través de la topografía de influencias lejanas, especialmente americanas. Es también una incursión en memorias futuras. El sentimiento es del exilio escogido, del alejamiento del Londres Olímpico, de los recintos y la especulación del suelo en la zona sur del Lea Valley. El libro es un documental de ficción donde muevo personajes y a veces los invento para acercarme a la trama que quiero construir. El capítulo de Sebald quería ser una demostración de mi método y también una pretendida despedida al territorio que dejaba atrás. Al final, decidí que no podia afrontar ese desvío (en un libro hecho de desvíos).

B.G.: Me pregunto cuánto te interesa la mitomanía. ¿Sientes adoración, culto a la personalidad, hacia tus autores referenciales? ¿Has rastreado las pistas de otros —pienso en Olson y Kerouac—, viajando para ver cómo alguno de ellos vivió o murió? ¿Has trabajado en otros mapas emocionales?

I.S.: Mi trabajo es puro mito. Como Blake (casi) dijo, tienes que construir tus propios mitos o estar dispuesto a ser esclavizado por los mitos de los demás. Londres está punteada por señales de autores del pasado: Blake, De Quincey, Dickens, Conrad, Eliot (y ahora Sebald). Nuestro trabajo es reactivar esas radioseñales para devolverles su significado original. Robar de las fuentes más ricas.

B.G.: Son, diríamos, recreaciones. Me parece interesante la repetición de acciones propias o incluso ajenas; tanto como la observación de las repeticiones rituales, tengan o no un sentido muy claro. Y diría que hay cierta fascinación en estas recreaciones. ¿Estás de acuerdo?

I.S.: No estoy seguro de que existan las recreaciones. Las recreaciones pertenecen a la industria de lo hereditario, al Buckingham Palace o a la Torre de Londres. O es folklore de ropas de época para aficionados a la Guerra Civil Inglesa. En lo que yo creo es en un nuevo compromiso. En paseos diarios que reivindican un patrón, revitalizando ese patrón un día más. Este es uno de los defectos más corrientes en la apreciación de Sebald. Yo creo que la gente trata de recrear literalmente la ruta marcada en esa ficción persuasiva que es Los anillos de Saturno. Esa es una expedición que solo existe como está escrita.

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Downriver / SEBALDIANA [cc]

 B.G.: Yo recuerdo los viajes en tren de Madrid a Paris: las llegadas a la Gare d’Austerlitz alrededor de las 8 AM, el desayuno en el mismo café, cruzar el Jardin des Plantes siguiendo el mismo camino, llegar al barrio árabe por la rue Jussieu… Desde hace algo menos de un año esa ruta ya no existe; ahora se hace por otro camino y en tren de alta velocidad. Supongo que tú tienes ejemplos similares de esa nostalgia que nos convierte en, digamos, “ciudadanos del pasado”. ¿Cómo gestionas tú ese status, si es que te sientes parte del mismo?

I.S.: Somos ciudadanos de un pasado del cual hemos sido desterrados. Y de un futuro al cual no hemos sido admitidos.

B.G.: Si el mundo low cost y preyihadista nos ayudó a los occidentales a sentirnos —voy a ser irónico— “ciudadanos del mundo”, ¿nos ha llevado el postcapitalismo, con sus aeropuertos y centros comerciales y su arquitectura olímpica a convertirnos —ahora seré ballardiano— en “ciudadanos de no-lugares”?

I.S.: Ser, como tú sugieres, “ciudadanos de no-lugares”, es parte del arreglo contemporáneo. Pero no es necesariamente una desventaja. Parece el portal a un Mundo Virtual, a Second Life, a un programa con avatares de la nada y el no-lugar. O de lo cualquiera y del todo. Aunque no es así para mí. Ni para Sebald, con sus cuadernos artesanales, sus fotografías sobretrabajadas y sus viajes en trenes lentos hacia estaciones desiertas en la oscuridad de la noche.

B.G.: Hablemos de tu relación con Stephen Watts, poeta y amigo de Sebald, y de su importancia en los paseos buscando al autor.

I.S.: Stephen es como un fantasma escapado de la ficción sebaldiana que vive bajo la garantía de una existencia póstuma en la medida en que continúa testificando su verdad. Por supuesto es un notable poeta del lugar. Como lo era antes de conocer a Sebald. Es un hombre modesto, un vagabundo que vuelve a la vida cuando lee sus propios poemas o un pasaje de Austerlitz.

B.G.: Tú has perseguido a Sebald, el lector de tu Tracking Sebald te ha perseguido a ti persiguiendo a Sebald; alguien a quien pueda inspirar esta charla nuestra puede recrear ambas experiencias, invocando su sombra en esas mismas calles. ¿Cómo serán esas calles en los próximos años?

I.S.: Esta no-entrevista, como el acto de dejar postales en una caja donde nadie las encontrará jamás, es parte de una novela inacabada y paranoide sobre rastreadores de rastreadores a través de laberínticas ciudades vigilantes, en las que cada habitante es observado tan de cerca que ningún intento podrá alcanzar la minima tracción. Este mundo nunca fue el mundo de Sebald. Triunfó evitándolo. Y también contribuyendo con textos que seguirán siendo provocativos e inspiradores por muchos años.

Madrid-Hackney, enero de 2015