Si el cine tiene a David Lynch, el cómic tiene a Charles Burns. Su universo perturbado y perturbador despliega con una libertad radical sus obsesiones: la estética de los años 1950 y el terror de serie B, el sexo como enfermedad —o maldición—, la cara oscura de los Estados Unidos suburbiales. Ya sean sobre luchadores mexicanos, detectives juveniles o adolescentes contagiados de un virus misterioso, las historias de este maestro de la extrañeza en el cómic moderno pueden penetrar en el inconsciente de la sociedad estadounidense, pero también reinterpretar la obra de Hergé regando a Tintín de LSD. En el fondo de su trabajo, siempre late el conflicto entre la pureza y la corrupción moral y física, que retrata con un dibujo que va de la pesadilla siniestra a la fantasía pulp y que muchos conocen también por sus brillantes portadas de The New Yorker o The Believer o del disco Brick by brick de Iggy Pop.
En esa conversación de Charles Burns con la periodista y escritora Beatriz García Guirado, autora de las novelas Los pies fríos y La tierra hueca y coautora del ensayo Ballard reloaded, nos adentramos en su imaginario inquietante, en el que las fronteras que separan el exterior y el interior de la mente humana se disuelven.