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Sobre la historia natural de la traducción de Sebald

26 .05 .2015 - Miguel Sáenz

Traducir es la forma más respetuosa de leer. Para mí traducir a Sebald significó leerlo con una atención que quizá de otro modo no le habría prestado. Lo único que lamenté fue no poder traducir todo Sebald. El traductor es un ser extraño, con un sentido de la posesión hipertrofiado: no solo quiere traducir a alguien sino también que ese alguien sea suyo. En cualquier caso, Sebald dijo una vez, mezclando alegremente los idiomas: «I always try to write for ceux qui savent lire».

1. Sebald y sus traductores

Miguel Sáenz

Miguel Sáenz (Re-foto) / SEBALDIANA

Sebald fue un hombre preocupado por la traducción y, muy especialmente, por la de sus propias obras. No en balde fue el fundador del British Centre for Literary Translation de la británica universidad de East Anglia. Por otra parte, aunque dominaba el inglés, siempre escribió en alemán porque consideraba que su inglés no era suficientemente bueno.

Tuvo la suerte de contar con unos traductores ingleses imbatibles: Michael Hulse (gran poeta), Michael Hamburger (poeta también y además amigo) y Anthea Bell, que no tiene nada que envidiar a sus predecesores. En cuanto a los otros idiomas, la difusión de Sebald ha sido paulatina. Un momento de inflexión se produce cuando cambia de agente literario y su obra pasa a manos de Andrew Wylie, el más famoso agente del mundo. La preocupación de Wylie por la calidad de las traducciones era mayor aún que la de Sebald y provocó un verdadero zafarrancho en las editoriales, al menos en Italia y España.

A mí me ofrecieron la posibilidad de retraducir o revisar Los emigrados, Los anillos de Saturno y Vértigo, pero la rechacé. Con independencia de que se trataba de traducciones probablemente más que aceptables, revisar una traducción da mucho más trabajo que hacerla de nuevo y el resultado no satisface a nadie. Hoy los traductores de Sebald, gracias sobre todo a la italiana Ada Vigliani, constituyen un verdadero clan. Unidos por su veneración al Maestro, intercambian mensajes sobre las obras que traducen, señalando problemas, buscando soluciones y revelando inconsecuencias o errores.

Recuerdo un apasionado debate sobre el título del libro Schwindel. Gefühle (literalmente «Vértigo. Sentimientos»). La versión inglesa (sin duda con aprobación de Sebald) se llamó simplemente Vertigo. Lo mismo pasó en italiano (Vertigi), francés (Vertiges) y español (Vértigo la tituló Carmen Gómez). Sin embargo, en checo (Pocity. Závratĕ), sueco (Svindel. Känslor) y polaco (Czuję. Zawrót glowy), el título se ha traducido mucho más literalmente. La traductora finlandesa se enfadó porque la editorial no aceptó su Huimans/Tunteet, dejándolo reducido a Huimans porque decía que de otro modo resultaría muy raro. Y el traductor húngaro se salió con la suya al traducir exactamente, Szédület. Érzés, aunque tuviera que renunciar al plural del alemán (Gefühle) porque széduletérzések hubiera sido imposible.

2. Austerlitz

Anotaciones de WG Sebald

Anotaciones de Sebald al traductor de Die Ringe des Saturno.

 Austerlitz pasa por ser la obra maestra de Sebald y seguramente lo es. En ella se encuentran todas las influencias que Pablo D’Ors enumeraba en una excelente crítica: Kafka en el destierro del personaje, Montaigne en la ironía, Hesse en el amor a la naturaleza, Bernhard en la sintaxis, Sarraute en el culto a los objetos, Sterne en el ir y venir del narrador, Goethe en el afán por el viaje y el romanticismo no barroco… Alan Pauls ha hablado, sin embargo, de la inconfundible «frase Sebald».

Para el traductor el libro presenta problemas no solo estilísticos sino, sobre todo, de investigación. Tiene que hacerse un verdadero experto, por ejemplo, en la construcción de fortalezas militares de los siglos XVIII y XIX y, por mi parte, tuve que recurrir al Vocabulario militar del brigadier D. Luis Corsini (1848), heredado de mi padre, para familiarizarme con términos como «escarpa» o «falsabraga».

También tuve que estudiar las mariposas nocturnas y la cartografía lunar, o averiguar, por ejemplo, quién fue el pintor Lucas van Balkenborch, autor de una famosa Torre de Babel que hoy está en Fráncfort. Cualquier traductor de Sebald puede pasarse días saltando de una página web a otra y sintiéndose muy culto, pero con escasos resultados prácticos.

Y luego está el problema de las notas de pie de página. Siempre he sido enemigo de ellas y hoy más que nunca. El lector que quiera averiguar algo puede hacerlo en Internet. Por poner un ejemplo: Sebald cita uno de sus versos favoritos: «And so I long for snow to sweep across the low heights of London…«. En el original alemán el texto ni siquiera está en cursiva, pero a cualquiera le será fácil averiguar que se trata de un poema de Stephen Watts, poeta también marcado por la inmigración al que muchos ingleses descubrieron precisamente por esa cita de Sebald.

3. Guerra aérea y literatura

Aquí me movía a mis anchas, porque conocía a fondo el tema de los bombardeos aliados de Alemania. No vacilé en utilizar, como los ingleses, el título acuñado por Lord Zuckerman para un artículo que jamás llegó a escribir:  Sobre la historia natural de la destrucción.

4. Del natural

Jan Hendricks (1)

Jan Hendricks (1), serigrafía para proyecto de libro inédito ‘Del natural’.

Nach der Natur (Del natural, chuscamente traducido por alguna publicación española como «Contra natura«), es lo que su autor llama «Ein Elementar Gedicht«, lo que traduje por Poema rudimentario («rudimentario» es palabra muy sebaldiana). Nunca he sabido si está escrito en verso libre o prosa poética, pero es mi libro de Sebald preferido, seguramente por los avatares de su traducción.

Tiene tres partes: la primera dedicada a Matthaeus Grünewald, un pintor de cuya vida se sabe bastante poco (de hecho, Coetzee ha puesto en duda algunas de las suposiciones de Sebald); la segunda a un explorador ártico, Georg Wilhelm Steller, que acompañó a Vitus Bering en su último viaje; y la última, una historia familiar del propio autor, que culmina con el sueño de una visita a la Pinacoteca de Múnich sólo para contemplar el fabuloso cuadro de Albrecht Altdorfer La batalla de Alejandro.

En realidad Nach der Natur no requiere tanta investigación como otros libros de Sebald, por la sencilla razón de que el autor facilita ya casi toda la información. Sólo una alusión a «otro hombre santo del último día» en relación con un águila negra y un Papa resultará seguramente críptica para el lector, que no tiene por qué saber que se trata de una alusión a una profecía de Alois Irlmaier (1894-1959), personaje por demás curioso.

El episodio de Georg Wilhelm Steller parece menos brillante, pero no lo es. A mí me recordó al principio lecturas juveniles (El paso del noroeste de Kenneth Roberts) y, sobre todo, el curioso libro de Christoph Ransmayr Los espantos de los hielos y de las tinieblas, pero en este su autor, al narrar una expedición austrohúngara al polo norte en 1872-1874, saqueaba literalmente documentos históricos, lo que no hace Sebald.

Jan Hendricks, entusiasmado por este libro, creó una serie de serigrafías para hacer una edición de lujo, pero desgraciadamente el proyecto no llegó a buen puerto por falta de acuerdo con los herederos. A mí Hendricks me regaló generosamente una serie completa de los preciosos grabados.

5. Putrideces

El título español de una selección de ensayos sobre literatura austríaca, que muestra el mejor Sebald, produjo al principio cierto sobresalto en la editorial española. La verdad es que yo sobretraduje: el título alemán es Unheimliche Heimat, bonito juego de palabras que quiere decir patria terrible o siniestra. Pútrida patria sustituía un juego por otro, pero se pasaba. El libro encierra algunas de las páginas más inteligentes (y críticamente duras) de W.G.M. Sebald.

6. Campo Santo

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Jan Hendricks (2), serigrafía para proyecto de libro inédito ‘Del natural’.

¿»El fondo del cajón», como se diría en francés? ¿Los restos de la obra de un autor fallecido intempestivamente del que hay que aprovecharlo todo? Nada de eso: además de fragmentos de una novela no terminada sobre Córcega, hay en este libro ensayos memorables. Me gusta especialmente el breve discurso de ingreso de Sebald en la Akademie für Sprache und Dichtung alemana, que dice: «Toda la República Federal tiene para mí algo de peculiarmente irreal, algo así como un dejà vu sin fin. Huésped solo en Inglaterra, todavía oscilo también allí entre sentimientos de familiaridad y de dislocación. Una vez, en sueños, como Hebel, fui desenmascarado asimismo en París como traidor a mi patria e impostor».

7. Casa rural

La propuesta de traducir Logis in einem Landhaus (literalmente, «Alojamiento en una casa rural») me llegó demasiado tarde. Llevaba ya bastante tiempo tratando de dejar de traducir, empezaba a considerar a Sebald (de forma lamentablemente equivocada) como un brillante escritor que murió demasiado pronto para cumplir lo que prometía y mi fe en el interés del público español por los protagonistas de Logis – Rousseau, Keller, Mörike… – era nula. En cuanto a Robert Walser, el delicado ensayo sobre él que Sebald incluye lo había traducido ya para otra editorial. (Curiosamente, en italiano se produjo el mismo despedazamiento).

Me gustó traducir el texto de Sebald sobre Walser. Casi al final Sebald confiesa su estrecha afinidad: «Solo necesito suspender un día el trabajo cotidiano, y veo al lado, en alguna parte, la figura inconfundible del paseante solitario, que en ese momento mira a su alrededor».

Miguel Sáenz Sagaseta de Ilúrdoz (Larache, Marruecos, 1932) es un traductor de autores alemanes, reconocido con muchos premios. Son especialmente amplias sus traducciones al español de Bertolt Brecht, Günter Grass, W. G. Sebald y Thomas Bernhard, de quien también ha escrito una biografía. Asimismo ha vertido del inglés a novelistas como William Faulkner, Henry Roth y Salman Rushdie.