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Inteligencias no humanas

Eva Rexach

09 marzo 2017

Pensar que solo los humanos somos seres inteligentes es erróneo: hay otras formas de inteligencia que permiten a los animales y las plantas habitar el mundo de manera diferente a como lo hacemos nosotros. En Kosmopolis hablaremos de ello con ecologistas y expertos en geobotánica y neurobiología animal, y también descubriremos el enorme potencial de nuestro cerebro.

En 2013, el vídeo de un chimpancé liberado que se abrazaba a su cuidadora dio la vuelta al mundo. No era la primera vez que pasaba (Wounda era el decimoquinto chimpancé liberado), pero si se hizo viral fue porque el mono mostraba un comportamiento «humano», y porque nosotros nos podíamos ver reconocidos en él y por eso nos emocionaba.

La cuidadora de Wounda era Jane Goodall, quizás la primatóloga más conocida del mundo. Goodall es codirectora del proyecto Non Human Rights, una institución creada en 2007 en Estados Unidos cuyo objetivo es que la ley dictamine que los animales no son «cosas», sino «personas» y, por lo tanto, tienen derechos que deben respetarse La fundación Animal in the Law (Stiftung für das Tier im Recht), con sede en Zúrich y fundada en 1995, trabaja en la misma línea. Y algunos casos ya han conseguido su propósito: en diciembre de 2015, una juez de Buenos Aires otorgó esta categoría a la orangután Sandra, que vivía en cautividad desde hacía veinte años en el zoo de la capital argentina. El caso sentó un precedente que, para esta asociación y para muchos científicos animalistas y defensores de los animales, es una gran victoria.

Uno de estos científicos es Carl Safina, doctor en Ecología por la Universidad Rutgers, presidente fundador del Safina Center y primer titular de la cátedra de Naturaleza y Humanidad de la Universidad Stony Brook, desde donde copreside la junta directiva del Centro Alan Alda para la Ciencia y la Comunicación. Según Safina, «no hay nada que sea singular en los seres humanos» y, por lo tanto, creernos superiores a ellos no es más que un ejemplo de narcisismo. También es narcisista –o antropocéntrico– pensar que los animales no se comunican entre ellos, que actúan únicamente por instinto: que no hablen nuestra lengua «humana» no significa que no tengan su propio lenguaje. Por ello su libro lleva por título Mentes maravillosas. Lo que piensan y sienten los animales, y lo encabeza una cita de Henry Beston, uno de los padres del movimiento conservacionista: «No debemos medir a los animales en términos humanos. Se mueven por un mundo más antiguo y más completo que el nuestro, disfrutan de unos sentidos ampliados que nosotros hemos perdido o que nunca adquirimos, y se rigen por unas voces que nosotros nunca oiremos (…)».

lemurs

Inteligencias verdes

Hay otro tipo de inteligencia más difícil de comprender y de detectar. Por lo menos, es una inteligencia que tiene que ver con percepciones y no con pensamientos; una inteligencia que permite que los seres puedan comunicarse entre ellos y con la tierra que habitan, entendida esta en el sentido literal del término. Hablamos de las plantas, los árboles, los demás habitantes del planeta, que quemamos, talamos y arrancamos como si fueran seres inanimados. Y parece que no lo son tanto.

Stefano Mancuso es uno de los expertos mundiales en el campo de la neurobiología vegetal, autor de un libro de título elocuente: Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal. Según Mancuso, las plantas reaccionan al tacto, ven la luz, saborean las proteínas de los insectos que capturan y los nutrientes de la tierra donde están plantadas, y detectan las vibraciones, como si escucharan. Son seres con sentidos y, por lo tanto, sensibles. Para este investigador, la inteligencia es la capacidad para resolver problemas, y las plantas son expertas en ello, ya que pueden sobrevivir en entornos insólitos. «Estamos acostumbrados a considerar la inteligencia en relación con los seres humanos y con los animales que se parecen a nosotros. (…) Eso no sucede con las plantas: no tienen cara, ni órganos y sus tiempos son muy distintos», explica Mancuso. «Por eso nos cuesta identificarlas como seres inteligentes.»

Sin embargo, todos sabemos que las plantas son imprescindibles para la supervivencia, y que es gracias a ellas que respiramos y que nuestro mundo es habitable. Sabe mucho sobre ello la geobióloga Hope Jahren, autora de un libro que ha cosechado elogiosas críticas: La memoria secreta de las hojas. Jahren no es solo una gran experta en el mundo vegetal, sino también una excelente escritora capaz de describir el sonido que hacen las plantas mientras crecen y las peculiaridades de algunas especies. A la vez que recuerda cómo descubrió su pasión por la botánica, denuncia situaciones de sexismo en el mundo de la ciencia, explica cuán complicado es poner en marcha un laboratorio con presupuestos precarios o describe sus episodios de bipolaridad. Jahren une de forma magistral la ciencia con la vida, tal vez porque la ciencia es su vida, y por eso es fascinante leerla y escucharla.

Inteligencias extraordinarias

Mancuso, Safina y Jahren, pues, explicarán en Kosmopolis que existen unas inteligencias en muchos casos superiores a la humana y un nivel de comunicación que sobrepasa nuestras habilidades. Sin embargo, hay algunas personas que tienen unas capacidades que van más allá de lo habitual en el resto de humanos. Hablamos de personas que hacen saltar por los aires la idea que tenemos del cerebro, porque muestran de lo que es capaz este órgano tan fascinante. Daniel Tammet es una de estas personas. Diagnosticado con autismo y con el síndrome del sabio, Tammet es sinestésico y un prodigio de las matemáticas. Es capaz, entre otras cosas, de recitar el número pi durante cinco horas o aprender un idioma en una semana, pero, sobre todo, es capaz de explicar la belleza que se esconde tras las cifras. Y también tras las letras, ya que Tammet ha publicado cinco libros y es un matemático que vive de la literatura. En Kosmopolis descubriremos algunas de sus habilidades lingüísticas y numéricas de la mano de otro experto en letras: Màrius Serra, en una charla que nos permitirá acercarnos a una mente que parece no tener límite.

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